Afrontar el nuevo curso

El mes de septiembre es sinónimo de inicio de curso, de volver a la rutina, de planificación, de material escolar, de reuniones.., dejamos atrás el bullicioso verano y empezamos a ver cómo lentamente, los días se hacen más cortos y las noches más largas.

Aunque a veces parece una labor titánica, una vez empieza el curso, parece que todo se va poniendo en su lugar. Racionalizamos los horarios, establecemos pautas y todo parece seguir un orden más lógico que durante el periodo estival.

Pensando en organizar el material escolar, lo primero que nos viene a la mente son los libros, mochilas, agendas, batas o uniformes escolares, y un sinfín de pequeños detalles que nos arrancan un gran suspiro cuando por fin logramos reunir todo lo que incluye la larga lista.

De todos modos, no es lo mismo empezar el curso con 7 años que hacerlo con unos meses.  Los bebés que acuden a la guardería o jardín de infancia por primera vez, deben hacerlo progresivamente en lo que se denomina comúnmente como periodo de adaptación.

El primer curso de un bebé

Sin duda alguna, los niños se benefician enormemente de las actividades que con cariño, esfuerzo y gran dedicación, preparan las educadoras. Juegos que estimulan tempranamente sus sentidos y potencian las habilidades motoras y cognitivas además de las habilidades sociales, que les serán de gran utilidad en el futuro. Aprenden infinidad de cosas, como canciones, los colores, hábitos y rutinas, hacen psicomotricidad y así poquito a poco, se mueven más ágilmente, amplían su vocabulario y se enriquecen con cada nueva experiencia.

Pero, no todo son ventajas, debemos ser conscientes, que salvo los muy privilegiados, que los hay, el primer año de un bebé que acude a la escuela, suele ser bastante complicado. A pesar del gran esfuerzo que realizan los centros educativos por evitar contagios, personalizando vasos, peines, chupetes, toallas.., así como cada uno de los accesorios que van a necesitar los niños, es inevitable que abunden las infecciones de todo tipo: resfriados, otitis, faringitis, tos persistente, gastroenteritis y un largo etcétera… Virus y bacterias impertinentes que vienen a complicar mucho la vida de los más pequeñines, y luego, por añadidura, la nuestra.

Debemos prepararnos para noches en vela, llantos, tos y fiebres, con el agravante de saber que al día siguiente, toca madrugar para ir al trabajo. Nos vamos a hacer expertos en antitérmicos, vamos a detectar a la legua cualquier síntoma que ronde a los pequeños, tristemente vamos a saber hasta los gustos musicales de nuestro pediatra, y de verdad, vamos a sentirnos como auténticos héroes mundanos intentando entender cómo es posible que podamos resistir los embistes de estos diminutos enemigos que son los virus.

Por todo esto, lo más habitual es que los bebés se pierdan la mayor parte de su primer curso en el proceso de inmunización, especialmente aquellos que empiezan tempranamente.

Para los más mayorcitos, especialmente los niños que ya llevan un tiempo acudiendo a la escuela, el inicio de un nuevo curso puede despertar toda clase de emociones. Para algunos, puede representar una terrible vuelta a la monotonía, con las clases, los deberes,  exámenes y actividades extra-escolares, mientras que para otros  es un ansiado momento de re-encuentro con los compañeros de clase, de volver a la práctica de su deporte preferido u otras actividades con las que pasan momentos agradables. En la parte que atañe a los padres, las enfermedades de los niños a estas edades, salvo excepciones, no van a ser las responsables de que experimentemos picos de estrés y hasta momentos delirantes. Probablemente en esta etapa sea la propia optimista planificación del tiempo, la coordinación de agendas además y otros extras que no esperábamos, los responsables de que agotemos energías.

Por eso,  si tenemos hijos, el inicio de un nuevo curso es siempre un momento especial del año, un momento que suele salir incluso en los noticiarios anunciando que  su periodo vacacional ha terminado y que debemos prepararnos para lo que viene.

Como consejo, reservad fuerzas, procurad dormir un mínimo de 7 horas diarias y aprovechad todos los pequeños ratitos que podáis para estar con los peques y rebajar el ritmo trepidante de la vuelta al cole.

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