Una anécdota que se repite cada año escolar y cada vez con mayor frecuencia en las zonas urbanas, es el escuchar la respuesta que los pequeños tienen al preguntarles de donde provienen las verduras, frutas o legumbres: responden de la nevera o del supermercado, y no es una respuesta errónea ya que se basan en su propia experiencia. Por eso es que debemos como educadores expandir esas experiencias que les ayuden a entender el origen de las cosas.
El tradicional cultivo de plantas además de enseñarles a remover la tierra y a observar, les ayuda a adquirir responsabilidades en cuanto a su cuidado así como del cuidado del medio ambiente. El ver cómo crece lo que ellos mismos han cultivado les hará sentirse orgullosos de sí mismos, les enseñará que, con paciencia y dedicación, se obtienen muy buenos resultados y, también, que algunas veces las cosas no salen como planeamos.
Descubrirán nuevas texturas, olores y sabores… no podrán resistirse a comer lo que ellos mismos han plantado, evitando el rechazo natural hacia las frutas y verduras que es común observar a esa edad.
La tradicional manera del cultivo para menores es poner en un frasco algodón, semillas de alguna legumbre, un poco de agua y ponerlo en un lugar que le dé el sol. También existen juegos especialmente creados para que la iniciación al cultivo de plantas sea muy divertido para ellos. Y para que la experiencia sea aún más educativa, puedes completarla y complementarla con una lectura relacionada.
Al generar una visión interna de la Naturaleza y la problemática ambiental, los juegos ecológicos les aportan una experiencia directa, los conectan mediante los sentidos, el intelecto y el afecto con el mundo natural, reforzando el aprendizaje de los conceptos y haciéndoles tomar conciencia de los problemas que afrontan. A partir del juego se crea un sentido de pertenencia con la Naturaleza descubriendo el lugar verdadero y vital que ocupan en ella. Y la importancia de mantener el equilibrio entre nosotros y la misma.
Al llevar a cabo estas experiencias es importante comunicarles la importancia que tiene esa planta para todos los seres vivos que viven cerca y contarles nuestros pensamientos respecto a eso. Al compartir con ellos nuestras percepciones, incentivaremos a que se internen en sus propios sentimientos. Debemos ser receptivos, saber escuchar y dejar que el interés por la naturaleza fluya con libertad. Ampliemos su interés, respetando sus sentimientos, hablemos sobre sus curiosidades dándole importancia a sus pensamientos.
Recuerda mirar, experimentar y luego hablar. Dejemos que experimenten con todos sus sentidos la experiencia que están viviendo. No lo invadamos con conceptos en el momento de la experiencia, porque seguro no los retendrá, porque en ese momento estará reteniendo lo que está pasando por él. Luego habrá tiempo para explicar los conocimientos que encuadran la experiencia.
La imaginación en el juego es nuestro mejor amigo.
Ana Juárez
Psicóloga
psicologia.aejo@gmail.com